Arbitrariedades

La Literatura es la voz interna de los hombres y de los pueblos, como respuesta a la Historia vivida. La Poesía, como una de las manifestaciones de la Literatura, en su expresión lírica, es la voz del alma, y del espíritu de los hombres, y de las mujeres, que como altoparlantes descubren el sentimiento, o la emoción que habita en el interior de los seres humanos ante la Historia vivida.
La Poesía no es una arbitrariedad. No es un capricho. Está dictada por la razón del ser interior humano, la lógica de la voz interina, por el rumor que habita en el silencio del alma. La Poesía no es un antojo, ni un atropello de poder. No es una manifestación de fuerza, de fama, o de fortuna. Es una urgencia que manifiesta los fantasmas del caos del Viacrucis impostergable vivido. Es esencia de expresión. Es eterna, aunque el tiempo transcurra en el espacio vivido. Es elemental y personal. Como para Borges, para Carlos Velázquez Cruz, la Poesía es un destino literario que trasciende. Es una expresión personal, o manera particular de sentir las cosas. Es una metafísica que transfigura la realidad en emoción vertida a través de la palabra, en una expresión pensada, dinámica, y explosiva. Fluye libremente, a instantes parece alucinación, pero a la vez, es meditación profunda e interina.
Si se calla la voz, el espíritu muere intoxicado por el veneno del miedo, lo desconocido, lo inaceptable, o lo incontrolable. Ahí la razón por lo que aparece una Poesía cerrada, hermética, enigmática, caótica, o escrita por medio de acertijos cuasi indescifrables, en la que se juega con palabras, se crean, o se re crean, se urden los ritmos con repeticiones de epítetos, que más parecen apóstrofes, o invocaciones entrecruzadas como súplicas de remembranzas, o de recuerdos vividos:
el estruendo en jamaqueo
de la nuestra madre tierra
madre natura... madre asustada,
madre natura... madre asustada,
madre en desencanto
madre maltratada...
...Madre natura desencantada
Madre natura asustada
Madre natura en convulsión

El Viacrucis fue vivido sorpresivamente, y a sabiendas. El poeta es testigo ocular, y testimonio superviviente de una dura realidad histórica, vivida como hombre y como pueblo.
El Viacrucis es propio de un hombre-Cristo-viviente. Son los heraldos negros césarvallejianos, con las caídas hondas de los Cristos del alma, que producen esos golpes en la vida, tan fuertes... que se llevan sobre los hombros, con el solo deber del AMOR, para la liberación, y una resurrección luminosa.